miércoles, 12 de marzo de 2008

HOY ES HOY



Cumplí, hice mi parte, morí a mi orgullo, me desvanecí.

Pero...qué alivio siento, al saber que pude desahogarme y que al fin nada me frenó.

¿Miedo? si, mucho; hasta temblé... pero hay sensaciones que son más fuertes, más sinceras que el mero miedo a lo desconocido, al sufrimiento. ¿A quien le interesa sufrir? Y... yo formo parte de la opinión general.

El asunto es que a veces pareciera que nos hundimos, cuando en realidad flotamos, y nadamos en el mar de la vida.

¡Qué pena y qué dolor, es no intentarlo!...

Pero no miento cuando digo que lo verdadero supera nuestras fantasías, que lo real es más placentero que lo que soñamos o esperamos. Hoy es hoy, si no lo haces, ¿que dirás mañana?.

Ese día, mientras soñaba con mis ojos cerrados, esperaba el canto de algún ave en mi ventana, en ese cuarto lleno de dolores y ansiedades, donde solo podía hacer una cosa...esperar.

La mente se me abrió como lo hace el cielo cuando las nubes lo atosigan y el sol como luchando , con sus rayos, lo defiende y cumple su propósito, iluminar ese azul tranquilo y calmo cielo que tantas veces me inundó de paz, de una paz que tanto yo anhelaba.

La vida no era fácil, y menos en ese momento, cuando la tortura se abría paso en mi corazón y hacía que se cerrase a lo nuevo , a lo extraño, a lo hermoso que es vivir...; pero fue allí en ese momento cuado descubrí una verdad que me había sido prohibida, por quien?, por qué?, esas eran las preguntas más frecuentes de mi alma, hasta que lo entendí, lo capté.

Pasaron muchas noches de desolación hasta que esa voz se abrió paso y los brazos de mi espíritu se abrieron de par en par permitiéndole que se lleve todo por delante, ahora todo sería felicidad, se impuso esa voz, dulce, fragante, estática, a veces muda, pero firme y audaz.

Ya nada era como antes, nada podía serlo. Pero ella no daba tregua, la tortura se presentaba todas las mañanas como un buen soldado buscando batalla y amedrentando al enemigo, pero no fue suficiente, hubo más y más cada día, y cada vez se asomaba con más fuerza, con más armas, diferentes, como probando y viendo, qué resultaría mejor. Como una prueba de laboratorio.

Ella seguía firme...y me di cuenta de que no iba a bajar sus brazos, es que esa no es su tarea.

Pero fue peor aun cuando la torpeza y la duda comenzaron a fatigar mi mente, ellas fueron las peores armas que mi alma pudo lanzarme a mi misma, porque me conocía, conocía bien mis debilidades, mi soltura, mi afán por luchar y a la vez el temor. Ella sabía la medida justa, como un medico tratando un paciente, yo era su paciente, esperando que de alguna forma me ayudara, no hice más que lo único que podía hacer, solo esperar y esperar...

No podía reaccionar, prometo que lo intentaba pero era más fuerte el dolor, la angustia, la ansiedad que ellas provocaban.

Hundiéndome cada vez más en mi charco de desesperación, no tuve más remedio que salir al campo de batalla.

Ahí fue muy dura la tarea, no era solo enfrentar lo conocido, a quienes había estudiado durante tanto tiempo, a quienes conocía tal como ellas a mí, ahora me enfrentaba a lo nuevo, y no sabía cómo distinguir entre lo que me acercaría al fracaso y lo que me haría salir triunfante. Pero seguí...

Recuerdo que me paré firme, en el medio del campo de batalla, estaba sola... ahí me pregunté ¿dónde están los que decían amarme?, ¿dónde están mis amigos, los que decían que en mis peores momentos estarían allí?.

Tuve que silenciar mi mente, fue muy difícil ya que ella no quería ...o no podía callar ante tremenda situación.

¿Y ahora qué? Era la pregunta tangente en mi mente...¿y ahora qué?¿y ahora qué....susurraba ella a mis espaldas, trataba de no oírla, pero fue ahí cuando más fuerte la escuchaba.

Hace lo contrario al efecto que queréis lograr me repetía una y otra vez...Pero nada resultaba, todo se ponía peor...

Sola, ahí en medio, con todo ese sequito de guardianes que no pierden tiempo, solo te aniquilan... Sé que ellos aguardaban mi paso en falso para atacar y derrotarme de un solo soplido, así no más, sin esfuerzo. Y así sucedió...

Toda la vida, toda mi vida se cayó como una ola gigante que viene atravesando el mar salvaje y agotada de luchar se desvanece y se pierde en las orillas de la soledad, así fue...y no miento cuando digo que sentí mi corazón dejar de latir, fue como si lo viera desde lejos, como si fuera una persona ajena, como si no supiera lo que en verdad ocurría.

Era mi mundo, era todo lo que tenía, no tenían derecho a hacerme esto, pero ahí estaba yo, rendida, como muerta, desfallecida. Sentía que mi corazón me miraba a lo lejos y me reprendía, con cierto enojo que no llegaba a comprender. ¿Es que el no vio lo que yo vi? Si, sé que si.

Llevó tiempo, muchos minutos, mucho segundos inundaron mi intrincado ser y allí en su cueva, en su desolada, fría y oscura cueva me hundí. Me dejé hundir, soltando todo lo que mis manos sostenían con tanta pasión, con tanta ternura. Solté todo, me dejé llevar, dejé de pensar, dejé de sentir, dejé de escuchar, dejé de oír.

Pero casi en silencio, como en un murmullo, no podía, ¡no eso no!, no podía dejar de soñar.

Ellos, mis sueños, fueron y son mis únicos amigos, son mi compañía, ellos hacen que el tiempo no pase, que nada importe si sale aliento, aunque una gota, de mis labios, y que ese aliento me permita pronunciar tu nombre.

Ese nombre del que no tengo dudas, ese nombre que nunca resistiría mi voz.

Esa noche vuelve una y otra vez a mi, y no puedo sacarla, no puedo deshacerla. No es solo un recuerdo, es un pedazo de mi. Ella tiene mucho para decir, mucho por contar... y está ahí.

1 comentario:

Quien escribe desde el alma... dijo...

Este es el más hermoso de todos!!!